Macizo de Montserrat. (EFE) |
La mayoría de los humanos tenemos una natural inclinación por conocer el territorio donde vivimos y su entorno, más allá de la necesidad cotidiana de desplazarnos a través suyo; incluso nos resulta placentero viajar en nuestro tiempo de ocio a otros lugares y países. En los niños de corta edad, ya hay una curiosidad innata por explorar el espacio circundante, hasta el prohibido por sus padres.
El viajar para descubrir nuevos territorios, paisajes, culturas y gentes ha constituido siempre un estímulo poderoso en la historia de la humanidad, ciertamente en muchos casos por motivos meramente económicos y políticos. Su máxima expresión, por lo complejo, es la gran aventura de la exploración del espacio exterior.
En la antigüedad, los viajeros y los primeros geógrafos descubrieron y describieron territorios, como hizo Estrabón en su tratado 'Geografía', escrito en el tránsito a la era cristiana. La geografía es así una de las ciencias con raíces más antiguas, que entronca con ese anhelo del Homo sapiens sapiens de conocer su lugar, su entorno y más allá de él, hasta donde los recursos lo permitan. Saber más
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